Enclavada en pleno Camino de Santiago, la ciudad de Burgos merece una visita detallada que permita degustar el alarde artístico que nos ofrece. Peregrinos, turistas y viajeros en general hallarán el reposo y deleite que necesitan para proseguir con su itinerario, con la ilusión y las fuerzas renovadas.
Si no se dispone de mucho tiempo y no se quiere perder ni un ápice de las oportunidades ilimitadas que ofrece esta ciudad, lo mejor es optar por un recorrido turístico predeterminado de los lugares y monumentos más significativos de la ciudad.
Por ejemplo, podemos empezar nuestra ruta visitando el Monasterio de las Huelgas. Llegar allí puede llevarnos unos 25 minutos a pie o 10 minutos en autobús. Lo que fue un panteón real en sus tiempos posee una rica arquitectura muy bien conservada que transmite la paz monástica a sus visitantes. Además en el Museo de Ricas Telas podremos contemplar una importante colección de ropajes de la realeza. ¿Quién no ha soñado con ser alguna vez rey o princesa? Todas las sensibilidades hallarán su acomodo en tal emblemático lugar.
Seguimos ruta hacia el Arco de Santa María en el casco histórico una belleza escultórica con sus estatuas de personajes ilustres y donde se encuentra el Museo de Farmacia.
Al atravesar este arco podremos contemplar una estampa espectacular de la Catedral. Se da por sentada la visita a la Catedral de Burgos.
Cerca de esta zona se encuentra la Plaza del Rey San Fernando. Merece la pena recorrer la callejuelas de los alrededores por su aspecto medieval. La mayoría de visitantes tienen la sensación de realizar un viaje por el tiempo, y encontrarse con una ciudad milenaria. Además, esta zona gusta mucho a los cansados peregrinos pues dispone de numerosas fondas y bares para disfrutar de la extraordinaria gastronomía burgalesa.
Aunque uno sea poco dado a los tópicos, será difícil resistirse a probar la archifamosa morcilla, eso sí, degustándola con un exquisito vino de la provincia.
Por supuesto, si uno desea manjares más contundentes, los encontrará sin dificultad en cualquiera de los muchos restaurantes burgaleses.
El camino debe continuar, y ¿qué mejor que hacerlo en el paseo del Espolón. Los hermosos y singulares jardines con árboles y setos de formas imposibles. Las cámaras digitales “arden” ante tal belleza, así como por la multitud de edificios y monumentos históricos que lo concurren. En uno de los extremos se encuentra el Arco de Santa María y en el otro lado está el Palacio de la Diputación y el Teatro Principal. Por supuesto, es imperdonable estar en esta zona y no hacerse una foto en la estatua del Cid. ¿Tópico? Puede. Pero, ¿qué sería la vida sin diversiones de vez en cuando?
Para los turistas que aguanten largos recorridos todavía quedan más emociones. Por ejemplo, cercana a la zona anterior se encuentra la Casa del Cordón, en la plaza de la Libertad. Este edificio de finales del siglo XV ha sido testigo de numerosos acontecimientos históricos, como por ejemplo, la muerte de Felipe el Hermoso en 1506, o la visita de Cristóbal Colón cuando regresó de su segundo viaje a América.
Hay tantos recorridos en Burgos como turistas y peregrinos. Cada uno debe buscar su propio camino y descubrir todas las bondades que una ciudad llena de luz y color puede ofrecer a sus sorprendidos visitantes.
Burgos es sin duda una ciudad preciosa se mire por donde se mire pero si en nuestro recorrido por esta ciudad somos capaces de ir más allá de la foto típica o la visita obligada y nos perdemos por sus calles, sus paseos y rincones, descubriremos una auténtica ciudad casi de cuento, una ciudad donde las piedras hablan de historias de caballeros medievales, de príncipes hermosos, de reyes conquistadores y de peregrinos que un día emprendieron una peregrinación, muchas veces interna, con parada en esta preciosa ciudad.
Burgos huele a historia y su aroma que impregna todas las calles lleva al turista alrededor de la Catedral, donde las callejuelas de corazón gótico llenan de admiración a sus afortunados transeúntes.
Las genuinas calles empedradas del barrio de San Esteban permiten pasear y oír el traqueteo de las amables gentes de esta ciudad.
Una vez en la iglesia que lleva el mismo nombre (San Esteban) se puede ascender por las escaleras que conducen al Castillo, un lugar de imprescindible visita y de imprescindibles vistas llenas de luz, verde y color.
El impresionante castillo (como todo en Burgos) está ubicado en el Cerro de San Miguel, y data del remoto 884, en plena Reconquista. Aunque no está demasiado bien conservado, sus restos permiten vislumbrar otra época, otro momento donde la gente no vivía mejor, pero parecían más felices, al menos a ojos de algunos observadores actuales.
Otra zona de paseo necesario es la muralla, buscando las numerosas puertas que un día hicieron de esta ciudad la capital del Reino de Castilla y León, privilegio que se cedió posteriormente a la ciudad de Toledo.
Vestigios de una época esplendorosa quedan por toda la ciudad. Son innumerables las oportunidades de encontrar reposo y sosiego en el Monasterio de las Huelgas, el Monasterio de la Cartuja o el Monasterio de San Pedro de Cardeña.
Una recomendación muy importante para los viajeros despistados es la posibilidad de contratar un guía local especializado. En las oficinas de turismo se encuentra un listado de Guías Oficiales de la Provincia que permitirán descubrir con todo lujo de detalles los aspectos históricos y arquitectónicos de la ciudad.
Muchos viajeros gustan de hacer una primera aproximación a una ciudad mediante un guía especializado y posteriormente descubrir las calles y rincones ocultos al gran público de forma individual. Esta forma de concebir el turismo permite no perderse ningún detalle importante ni tampoco perderse en los detalles.
Burgos también es ciudad del Cid, de Rodrigo Díaz de Vivar. El personaje con más presencia en la ciudad permite descubrirlo en muchos lugares, a la vuelta de cada esquina. En la Catedral se guardan los restos del héroe nacional y de su esposa. La visita de su sepulcro desata la imaginación de niños y mayores y llena de emoción la estancia en tal sacro lugar.
En el Paseo del Espolón se halla la desafiante estatua ecuestre que se ubica en la plaza de nombre, como no podía ser de otra forma, Plaza del Mío Cid. Se trata de uno de los monumentos más fotografiados de la ciudad: el héroe cabalga con la espada desenvainada y su capa al viento, en dirección al terrible destino que le espera: el destierro.
Los burgaleses están muy orgullosos de su historia y su patrimonio, y eso se demuestra en el esmerado cuidado que se da a los edificios, calles y zonas públicas. La experiencia de pasear, conocer y reconocer una ciudad que huele a historia dejará huella en el alma de los turistas y viajeros.